Tenía mucho tiempo que no iba a una reunión familiar con tantas personas.
Honestamente no me sentía fuerte para ir y notar la ausencia de mis tías y tíos que han fallecido en la pandemia.
Fue un momento muy conmovedor, celebrar el año nuevo con los chicos, teniendo siempre en nuestros corazones a los que se han ido.
Me di la oportunidad de extrañar a mis tías, de sentir su ausencia, de que me doliera, pero también de recordarlas y sentirlas muy muy cerquita de mí.
Por un momento pensé: "daría lo que fuera por poder abrazarlos". Sé que eso no sucederá y duele. Sin embargo, pude abrazar a mis primos, a mi hermana, a mis papás y celebrar su vida, su amor y compañía.
Me siento extremadamente agradecida de la familia que tengo. Saber que mi esposo estaba conmigo, divirtiéndose y al mismo tiempo dándome soporte y compañía ante mi dolor.
Llorar con mi papá por la ausencia de mi tío, reconocernos en el dolor, reconocernos en la alegría también, reconocernos en nuestra humanidad.
A mi mami la vi más tranquila; feliz por ver a sus hermanos aún vivos y cantar y bailar esas canciones que nos enseñaron aquellos que partieron.
Algo es muy real, nada volverá a ser como antes, pero eso no significa que no pueda seguir siendo bueno, siempre podemos seguir creciendo, amando, riendo, cantando, llorando, bailando, cenando, brindando, abrazándonos con toda el alma.
La vida me da la oportunidad de seguir aquí, depende de mí si quiero aprovecharla o no. Hoy me siento muy conmovida y decidida a hacerlo, honrando los valores como el legado de mis familiares fallecidos.
¡Salud por el amor, porque ese persiste aún después de la muerte!
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