Me gustan las páginas en blanco porque son una invitación a lo incierto, a lo inesperado. A veces me angustian las páginas en blanco, cuando no sé qué decir, como los silencios entre dos personas que tienen una primera cita y se dan cuenta de lo incompatibles que son. Por eso me chocan las citas. Prefiero ver y gozar de mis amistades compatibles.
Aún así, quiero conocer gente nueva: llevo más tiempo del que habría deseado varada en un pueblo sin conocer a nadie. Extraño esas páginas en blanco. Para conocer a gente me llevo a un café a trabajar, o a escalar. Aún no he tenido ninguna primera conversación que lleve a una segunda, pero al menos he tenido nuevos contactos visuales. ¿Se acuerdan lo valioso que era esto en los tiempos de pandemia y postpandemia? Bueno, así son para mí ahora. Estoy en el tiempo de readaptación a lo social. Mi perrita, Rima, aguanta cada vez más – o yo la adapto cada vez más a – distintas rutinas.
Esta semana empecé los preparativos para mi siguiente solicitud de trabajo. En eso se me va la vida, en intentar ser un ser social – y tener pequeñas victorias – y en intentar ser un ser productivo – y tener pequeños avances. En eso, y en tocar el piano o la guitarra para recordar que todo, en realidad, está y estará bien. Me gustan los acordes en blanco, un instante antes de que hagan resonar el cuarto.
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