“Manten coherencia, manten coherencia, manten coherencia” indican coros de voces por los pasillos de mi mente. Yo, tengo siete años y una misión en esta vida incoherente. “Manten coherencia, manten coherencia, manten coherencia”. Así, un manicomio interno de voces se entrenó para decirle al mundo: “Sí, todo bien, gracias. Toma una sonrisa”. Así me hice yo, la que el mundo conoce como yo, la que aparenta que todo está bien y que la vida es alegre, que el amor es nuestra naturaleza. Y lo creo, lo creo profundamente. Pero hay tantas otras capas de mí… y todas esas, no lo creen. Lo dudan profundamente. Pero yo, yo mantengo coherencia, mantengo coherencia, mantengo coherencia. Y así callo a los gritos internos que rezan por sanar, por ser abrazados, por ser vistos, en su dolor, en su incredulidad.
A veces cada segundo de la vida duele. Así, como cuando una tiene gripa y el cuerpo más que cortado y le duelen todos los huesos; así a veces también el tiempo pasa cortantemente. Yo siempre pensé o idealicé que la recuperación sería no sentir más dolor. Tal vez sí, tal vez algún día, cuando despertemos del atrapamiento que nos confunde, cuando seamos Budas, tal vez en esa absoluta recuperación deje de doler el tiempo. Pero mientras tanto, la recuperación sólo es vivir. Claro, ya es una buena ganancia frente al dejarse llevar por los impulsos destructivos de una enfermedad mental o una adicción… pero igual duele. Yo debería estar aquí escribiendo algo para darle a la gente ánimos a recuperarse, pero no puedo pretender que de este lado todo será color de rosa. Si lo hiciera, se darían cuenta de la mentira una vez que vengan, y tal vez la decepción les llevaría al enojo y la enfermedad de nuevo. Así que no, prefiero ser franca y decir que sí, acá también son complejas las cosas… Pero se vive. Y en la vida hay más posibilidades que en la muerte. Y eso, ya es ganancia. Esa es mi coherencia hoy. Una real, genuina, frágil y vulnerable coherencia.
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