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El Diario de Sofía: Del otro lado

Érase una vez, y comienza la historia sin fin. Los budistas le llaman “el samsara”: dale un punto de inicio, y la rueda del sufrimiento comienza a girar. Perdidos en la ilusión del érase una vez, somos su principal motor. “Si pudiera volver a tener el cuerpo que alguna vez tuve”; “si pudiera alcanzar el éxito que mi modelo a seguir ha logrado”; “si pudiera ser lo que alguna vez me dijeron que fue cierto, en algún paraíso lejano, en alguna tierra perdida.”

 

Hablando de budistas, en una ocasión escuché a un maestro contar la historia de un gusano que quería cruzar de un lado de la acera al otro. Alguien le pregunta al gusano que qué busca del otro lado, a lo que él responde “no sé, sólo algo más, algo que no tengo aquí y que por tanto debe estar allá.” Así vamos por la vida: gusanos de un lado de la acera, moviéndonos hacia el otro, por la inercia de que “seguro allá” encontraremos lo que hasta ahora no hemos podido encontrar aquí.

 

A veces esta inercia es importante, ¿qué haría yo, por ejemplo, sin el equipo de terapeutas que tuvo la inercia de crear un centro de rehabilitación para gente con mis problemáticas? ¿Qué haría yo sin la inercia de los psicólogos y demás humanistas que se han enfocado en entender la manifestación de un TCA? ¿Qué harían los enfermos de hospital sin la inercia de los médicos? ¿Qué haría un bebé sin la inercia de su mamá por protegerle de todos los posibles peligros, por alimentarle, por abrazarle, por corresponderle emocionalmente?

 

Dicen que la naturaleza es sabia, pero parece que al budismo esta sabiduría le queda corta. El budismo diría que somos bebés que lloran porque estamos atrapados en un sueño, y que si despertáramos, no necesitaríamos a esa mamá, y a esa inercia, y a esa angustia que nos dice que “seguro del otro lado las cosas están mejor,” porque en un instante nos daríamos cuenta de que las cosas están bien ya, aquí, ahora.

 

De alguna manera esto es lo que todas las prácticas de meditación y el ya extendido movimiento de “mindfulness” nos invitan a experimentar: el hecho, la noción profunda, la realidad, de que las cosas están bien como son, así, hoy, aquí. Algo de verdad debe tener esta afirmación, sino no sería tan eficiente la práctica de meditación, no habría llegado a todos los confines del mundo con una tangible respuesta a nuestros problemas. ¿Pero será verdad? ¿Será verdad que todo está bien? Esta pregunta es mi constante batalla interna, “¿cómo puede ser verdad si la guerra, si las matanzas, si la violencia…?” Y el budismo responde: “eso que ves, es tu pesadilla, despierta, despierta”.




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