Es complejo empezar el día sin ella... Ayer todo siguió siendo por ella y a través de ella, hoy un poco menos. Y, aunque meditemos juntas, ella ya no necesita medicina, o alimento, o salir a la calle lo más pronto posible. No me pide que me active; me deja ser, me deja sola. ¡Cómo la extraño! Mi corazón está en ese estado... de extrañarla, sólo extrañarla, y tengo que aprender a caminar en la calle con las manos vacías, con la mirada sin objetivo. Sólo así, derecho y sin pausa. Sólo así, derecho y sin pausa.
Tengo que aprender un nuevo ritmo, y tal vez no. Creo que seguiré necesitando esas pausas. No podemos caminar de otra manera: hay que ver el piso, oler los árboles, evitar los peligros, atender a quien venga, saludar a otros perros, parar. Y hoy, parar me duele, porque la siento y ella no está. La vivo, la tengo, pero nadie más la ve. No hay niños queriendo acariciarla ni huyendo de ella. Ya no me dicen lo dulce que es, lo tierna. Ya no la ven. Sólo yo la veo, y ella se me queda sólo a mí, y me duele.
Me duele no poder ya más compartir su alegría, su ternura, su cariño con el resto del mundo. La mirada más dulce y sabia, tierna y cotidiana. Y toca planear el día, porque, aunque no esté ella, se necesita un plan. Yo necesito un plan: empezaré por empacar. Una vez lista, me iré... buscando rumbo. Primero la maleta: arreglar aquí arreglará un poco más mis ideas.
Vamos a estar bien, cachorra, espero que estés bien, Verbo, Rimín, Miringüiringüi, Chiquitín, Beibi... Beibi de mi corazón. Agradezco a mi memoria por cargarte... aquí te llevaré, y la próxima vez que nos encontremos, seguiremos guiándonos al despertar, así como meditaste conmigo, fuiste de retiro, recibiste transmisiones y enseñanzas... Esto, Rima, te va a liberar, vas a ver. ¿Ya estás en Dewachen? No te distraigas, ve directo ahí. Vas a reconocer los prados, los budas, la tierra pura, porque lo vimos en nuestro bosque tantas veces. Ahí te veré, siempre atenta. Ahí estamos, ¿sabes? Yo me libero, y nos reina ese reino. Vamos a estar bien.
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