“¿Qué hacemos de nuevo aquí?” le pregunta una parte de mi mente a otra. “No sé”, le respondo. Quisiera poder llorar, quisiera estar tan triste, tan llena de coraje, que se me escaparan las lágrimas: un gran desahogo. Pero no, ahora la situación solo me causa agotamiento: una tristeza superficial, más parecida a la indiferencia y una sensación de desilusión generalizada. Fue tan grande la ilusión que perdí demasiado cuando él se fue, cuando él no estuvo. Así es, estoy de nuevo ahí: extrañando al imposible. Es domingo; los domingos es difícil no extrañar, más en un pueblo como el mío, en el que las distracciones son escasas. Más en un pueblo como el mío, en el que solo tengo dos amigos, y uno de ellos está de viaje; la otra, en mudanza, enfocada en una nueva vida.
A ella le pregunté si necesitaba ayuda... pero no. Solucionaría su cambio ella solita. Yo tampoco tengo muchas manos para ayudar en este momento. Yo misma estoy en proceso de mudanza y tengo, además, a mi perrita, que no debe estar en situaciones demasiado estresantes. Así que fue natural que no fuera yo la indicada para ayudarle. Hoy no puedo evitar mi soledad estando con otros amigos. Esta semana no pude evitar mi soledad viendo a gente. Esta semana tuve que afrontarla, una vez más. Y extrañar, una vez más.
Mi expareja (no el cuate al que extraño, mi expareja con la que hubo un buen cierre) se va a cambiar a casa de su nueva pareja la próxima semana. Él y yo nunca vivimos juntos, él nunca quiso. No se sintió “listo”... es extraño saber que ahora sí lo está.
Es extraño perder a alguien o una ilusión de nuevo, tanto tiempo después, incluso después de ya cicatrizado el proceso. Pero así volteamos a ver a nuestra vida y reconocemos los rincones que no recorrimos. O, aún peor, volvemos a los que visitamos en exceso. Extrañar a un imposible. Qué endemoniada necesidad, la verdad. Pero qué sería mejor, ¿mentir y pretender que no estoy ahí, otra vez? Algún día ya no volveré... espero. Y entonces tampoco tendré que mentir para pretender que salí de este laberinto.
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